Rosario Murillo ha ido afianzando su dominio en el régimen sandinista al marginar a líderes históricos y centralizar el control de los medios y las instituciones del Estado. Desde su papel de vocera hasta su cargo como vicepresidenta, ahora considerada “copresidenta”, ha consolidado su poder mediante reformas constitucionales, purgas políticas y el fortalecimiento de redes de lealtad dentro del gobierno.
